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Cuándo la fe mueve montañas

Rafael Mayu Nolte



En el año 2002, en la II Bienal Internacional de Lima se realizó la famosa acción Cuando la fe mueve montañas [1] de Francis Alÿs en colaboración con Cuauhtémoc Medina y Rafael Ortega. En ella, una línea de voluntarios en la ladera de una duna en Villa El Salvador, vestidos de blanco, caminaron en una línea, moviendo arena hacia adelante con cada paso. La línea avanzó de un lado de la cumbre al otro pasando por la cúspide, generando una imagen muy sugerente, más aún en conjunción con el paisaje colindante lleno de invasiones de esteras y en el contexto político de incipiente recuperación de la democracia. Un año antes había caído el régimen de Fujimori y el gobierno de Alejandro Toledo iniciaba una supuesta época nueva en el Perú.


La acción juega con significados muy potentes. Era un elogio al potencial del trabajo colectivo. Era una referencia a la culminación de años de luchas sociales contra los abusos de una dictadura que había utilizado el miedo, la violencia y la ilegalidad contra la población. Era una crítica a la noción de fe religiosa. Sin embargo, la obra fue y es principalmente vista como una celebración por el retorno de la democracia. El problema es que entender esta obra como una celebración es entender de manera muy superficial. Y podría decirse que, esta interpretación superficial precisamente termina describiendo la deriva posterior de algunos sectores de las artes visuales en el Perú, en ese momento plegados a los movimientos sociales y políticos en reclamo por la caída del fujimorismo.


La primera vez que vi “Cuando la fe mueve montañas” no la entendí como una celebración del trabajo colectivo sino como una burla. Cientos de jóvenes moviendo arena con palas en una duna, de un lado al otro y luego diciendo lo bien que se sintió no es precisamente mover montañas. Lo veía como una parodia del trabajo simbólico y los esfuerzos gremiales. Es una interpretación que viene directamente de un pensamiento común y expandido: Que el trabajo colectivo no es efectivo, que las acciones simbólicas no sirven para nada y que el optimismo debe ser remplazado por el cinismo. Y en términos prácticos, que la democracia y el sistema político son una trampa sin salida para los ciudadanos comunes. Es fácil pensar así: La sociedad peruana actualmente parece confirmarlo. Es entonces que hay que pensar nuevamente en la fe. Una fe paradójica: no religiosa sino fundamentada, argumentada, indesligable del trabajo y la discusión constantes.


Tal vez más lo más importante de entender de la obra es que las montañas las mueven las personas. Y que el mañana es al final una incertidumbre. Es la posibilidad de algo mejor pero también el peligro de algo peor. Al realizarse Cuando la fe mueve montañas, el mañana era esperanzador para la gran mayoría del país. Quince años después, la esperanza se ve confrontada con la realidad. Y viendo el estado de las cosas, es fácil ver cómo llegué a esa interpretación cínica. Mañana es un espacio para combatir los dos extremos descritos. El simplismo y el optimismo irreflexivo que se puede ver en la celebración de la obra de Alÿs pero también el derrotismo y el cinismo que lleva a descalificarla.



 

[1] El vídeo de registro de la obra de Alÿs puede verse completo en su página web, en el siguiente link: http://francisalys.com/when-faith-moves-mountains/

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