Teresa Cabrera
Multitudes (La Balanza Taller Editorial 2023) participa de un momento en que diversos proyectos editoriales manifiestan una sensibilidad por el espacio público como medio de expresión política y una vocación por evidenciar la dirección de la violencia política-policial como reacción ante esa expresión.
Como materiales que han buscado una participación en el ciclo de protesta social que vivimos desde diciembre de 2022, podemos citar casos de ediciones no venales como el fanzine Qantu y barricada/protesta la poesía, de Juliane Ángeles Hernández, July Solís Mendoza y Sandra Suazo Canchaya, quienes nos presentan textos de 16 autorías que “abrazan la inmediatez” con “poesía escrita específicamente para la situación política que atraviesa el país”, distribuida en el marco de la Tercera Toma de Lima (julio 2023). Con igual espíritu de inmediatez, aunque de autoría individual, Poemas contra la dictadura, de Daniel Mathews, circuló con fuerza en torno a la detención del autor (febrero 2023), quien participaba en una protesta contra la reglamentación municipal para impedir las concentraciones públicas en Lima. También la iniciativa N poemas peruanos de revuelta que se define como un “archivo colaborativo en torno a la revuelta social”, y que además de Instagram y Drive como soporte en pantallas, tuvo circulación en papel en momentos de movilización, y la expresa invitación a que la tarea de impresión del cuaderno se disperse. Para referir directamente a la labor del Taller editorial La Balanza, participan de esta misma sensibilidad, esta vez desde la gráfica, materiales como Diario de protesta de Eduardo Yaguas y Esta democracia, de Mauricio Delgado. Por no abundar en menciones de publicaciones fotoperiodísticas (que en realidad vienen de un ciclo de zine-fotografía-protesta que cubre prácticamente la última década), me gustaría destacar apenas dos recientes: vencer de Juan Zapata, e Y no nos rendiremos de Luis Javier Maguiña y Daniela Valdivia, publicado por (No) Zurdas Oficiales. Con este breve recuento, queda claro que existe una coyuntura editorial ―más allá del libro como producto― que se está haciendo cargo de un momento político.
Lo anterior sugiere la centralidad del momento político en la hechura y circulación de los textos que conforman Multitudes (apenas 7 textos-secciones) subtitulados cada uno con una fecha de enero a febrero. Esa centralidad del momento político y la relativa inmediatez de la publicación en forma de libro nos remiten a la coyuntura como condición de creación y a lo coyuntural como forma poética. Multitudes atiende estos dos aspectos: la coyuntura como el sustrato del trabajo poético y el poema coyuntural (Cesáreo Martinez) como forma específica del texto poético, a la vez que gesto de inscripción en la tradición literaria local.
Respecto a la coyuntura, el libro no se ahorra los enlaces específicos con ella. Nos presenta los textos anclados en la unidad de la fecha: 18 de enero, 24 de enero, 01 de febrero, 28 de enero, 09 de enero, 19 de enero, 10 de febrero. Cumpliendo el sino ya verificado en otros momentos de nuestra historia contemporánea, la mención de las fechas pasa de la convocatoria a la conmemoración (un ejemplo ahora clásico sería el 19 de julio que nombra el Gran Paro Nacional de 1977, pero también a la memoria de los Mártires del 19 de julio). La fecha que nombra cumple una trayectoria en que se desplaza del afiche y la consigna que las instaura como “jornadas de lucha” a la nomenclatura de organizaciones de víctimas y deudos, cuando no a la denominación de una investigación policial, una carpeta fiscal o un expediente judicial. Aquí, en 2023, en Multitudes, el poema se ofrece parte de ese registro, interviniendo en la trayectoria del fechar que designa el acontecimiento: toma de Lima, gran marcha nacional, bloqueo de vías, muerte de Víctor Santisteban Yacsavilca, muerte de Denilson Huaraca.
En Multitudes, el sustrato del trabajo poético es la coyuntura, una noción con historia y polémica en la tradición marxista, pero muy mal traída en el lenguaje de los medios de comunicación, donde al igual que la categoría “crisis”, se ha vuelto casi parte del juego de palabras con el que se reemplaza el análisis de la política. Propuesta por Poulantzas como objeto de la práctica política, la coyuntura aquí es el objeto de la elaboración poética. De esa coyuntura, la fecha funciona apenas como la superficie de una temporalidad condensada, manifiesta en el espacio que los poemas recorren, principalmente el centro de la capital. Uno de los aspectos notables del discurso del libro es que establece ese espacio a partir de movimientos que fluyen en múltiples direcciones, expresados en la materialidad y que felizmente van más allá de sus recursos retóricos inmediatos: una carga policial o la idea de un asedio de los de fuera contra la ciudad establecida. Por el contrario, la fijeza de los monumentos protegidos y la movilidad de los cuerpos convocados a la protesta no hacen sino remarcar la exuberante convivencia de política y mercado, de violencia e intercambio, de producción y autoexplotación, pues las multitudes de Román lo mismo comercian, producen o protestan, manipulando artefactos dispuestos para la resistencia o la violencia lo mismo que mercaderías o insumos para la tarea reproductiva (cocinar, por ejemplo, como en el poema “olla común”). El espacio es el aquí del acontecimiento (en las iteraciones a partir de la palabra aquí en el poema “Centro histórico”).[1]
Ese es el escenario de la coyuntura: el verano de 2023 y su haz de fuerzas en contradicción en el espacio público, puestas en juego en la figura de las multitudes, por un lado, y de la presidenta, el parlamento, los medios, los analistas, los decanos, los consultores y los gerentes, por otro. Las primeras, presentadas con cierta fascinación por la fuerza atractiva que supone su irrupción en la ciudad; los segundos, claramente articulados detrás de lo que se ha llamado la violencia fundacional del régimen post-Castillo.[2]
Si bien el libro eventualmente resbala en la alusión al pueblo ―que en la tradición poética llamada “comprometida” tiene su propia y problemática teleología― el rol de las multitudes, como sujeto de la coyuntura se presenta ambivalente. Su orientación más que en disputa, queda en suspenso, pues no se anuncia ni se llega a ningún resultado en la temporalidad que establece el libro. Como en Antonio Negri, las multitudes amenazan al orden existente, en nuestro caso republicano, pero al igual que se le señalaba a él, no se sabe aún hacia qué o hacia dónde. Si en Negri la multitud es esa “carne social que se organiza a sí misma en un nuevo cuerpo”, en Multitudes es poco o nada lo que sabemos sobre ese cuerpo y muchas de las fuerzas que tienen el potencial de determinar su fisonomía quedan ocultas. Sobre todo aquellas regresivas o directamente corrosivas quedan ocultas por cierta romantización que surge del contraste con la noria del mercado y la ritualidad vacía del elenco estable de la política peruana.
Por último, en cuanto al poema coyuntural, hay que leer Multitudes buscando cómo se presentan en el conjunto los elementos que puso en juego el padre de la criatura, el poeta Cesáreo Martínez (1945-2002). Enumero apenas los elementos más destacados: la operación descriptiva, el aliento épico asociado a la gran extensión, la ruta hacia una poesía oral, incluso musical y la trasmutación de la violencia en esperanza como “actitud coyuntural”, todo ello el resultado de lo que el autor concibió como una “batalla por encontrar un tipo de escritura que exprese esos contenidos”, referidos a la violencia que padecen las masas y a la política de izquierdas como un proceso de definiciones frente a la historia.[3] Si el proyecto de Martínez fue “hacer textos que reproduzcan la situación de las masas y en los que se visualice la coyuntura de una determinada formación social”, Multitudes se arriesga claramente con lo primero. Respecto a lo segundo, su circulación abre una ruta de conversación, lo que en el Perú de hoy es un espacio de frustración y tanteo.
[1] En este punto recuerda a las advertencias de Sombriti, de José Carlos Agüero (Atmosféricas, 2023), que trabaja sobre la lugaridad del Centro Histórico, condensando junto a las vías, las edificaciones y los monumentos, la violencia política en el espacio urbano, además de la memoria del desamparo personal y la posibilidad de un legado.
[2] Ver: El gobierno de los muertos, artículo de Cecilia Méndez en La República. 29 de agosto de 2023. https://larepublica.pe/amp/opinion/2023/08/29/el-gobierno-de-los-muertos-por-cecilia-mendez-1956630
[3] Definiciones que, como reflexionará años después Martínez, resultaban innecesariamente verticales, en una declaración hecha a propósito de la reedición de sus textos de fines de los 70 e inicios de los 80 ya en el contexto de la traumática violencia política armada de esa década. Forgues, R. (1988). Cesáreo Martínez: Recoger la historia de las masas. En: Palabra Viva: Hablan los poetas. Tomo II. Lima, Studium.
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