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Por un marxismo sin garantías

Stuart Hall. Traducción y notas al pie: Raúl Álvarez Espinoza


El 8 de abril de 1983, Stuart Hall pronunció una conferencia con ocasión del Marx Centenary Symposium organizado por la Australian Left Review en las ciudades de Sydney y Melbourne. Posteriormente, esta sería publicada en el número 12 de Salvage, una revista dedicada a “las artes y letras revolucionarias”, según la descripción colgada en su web. Esta traducción se desprende de la lectura de dicho manuscrito. En la medida de lo posible, he procurado ceñirme al escrito original y sólo he modificado algunas sintaxis, amén de ciertas palabras, con el objetivo de facilitar su lectura al castellano. El resultado final, como lo veo, es bastante fiel y mantiene tanto el mensaje como el tono general de su exposición, tal y como fueron planteados por el autor. He añadido notas al pie para contextualizar y ampliar lo trabajo por Hall en esta conferencia. Para una introducción general a la obra de Hall recomiendo el libro Forcejeando con los ángeles. Introducción interesada a Stuart Hall (La Siniestra Ensayos, 2022). Este volumen, escrito por el antropólogo colombiano Eduardo Restrepo, pone el énfasis a la faceta de Hall como crítico cultural, pero ofrece un buen panorama de algunos de sus principales desarrollos teóricos. Asimismo, el documental The Stuart Hall Project (2013), de John Akomfrah contiene valiosos registros del mismo Hall reflexionando sobre los alcances de su obra y la manera como fue cambiando y complejizándose a lo largo de su vida.



Quisiera hablar de Marx y el marxismo, y sugerir algunas cosas acerca de su relevancia para nuestra situación contemporánea.


Me perdí el 14 de marzo, pero algunos días después asistí al Highgate Cemetery solo para asegurarme de que Marx estaba allí, y les traigo una buena noticia: aún está ahí. Pero hay una cierta inquietud en el ambiente del Highgate Cemetery, en el sentido de que aunque el cuerpo está allí, de algún modo las ideas se encuentran circulando por el mundo, y creo que esa inquietud está justificada porque los socialistas, sean marxistas o no, honran a Marx porque les ha proveído algo de la fortaleza científica y teórica que todos necesitamos al menos una vez cada diez años. Y es homenajeado, además, porque nos dio una importante demostración de lo que significa sostener una política emancipatoria socialista - pero, sobre todo, y esta es la razón por la que me gusta Marx - porque insistió en formular ideas profundamente críticas y subversivas.


Él solía decir que esperaba que su pensamiento fuera escandaloso - un escándalo y una abominación para todos los profesores burgueses. Y he procurado mantener esa nota encadenada a mi corazón.


He tratado de aprender y discutir con él al mismo tiempo, y de mantenerlo a raya por más años de los que puedo contar. Tal vez deba presentar mis credenciales contándoles un poco acerca de mi primer encuentro con Marx. Yo fui uno de esos muchachos listos en una escuela colonial igualmente lista. Mi profesor fue un futbolista pelirrojo de origen escocés que se quedó en Jamaica porque le gustaba el clima y decidió enseñarnos historia. En el sexto año, percibió un cierto tufillo anti imperialista circulando por los pasillos y pensó que su misión histórica era inocularnos contra los peligros de esas ideas subversivas, disponiendo para ello de dos tipos de instrumentos. Uno era un conjunto de grabaciones de los discursos de Baldwin, para la animación, y el segundo, una serie de panfletos producidos por el British Council de cuán terrible eran Marx, el marxismo, el estalinismo y el socialismo. [1] Y solía leer alternadamente ambos materiales y, porque era un muy buen maestro, los hizo sonar realmente muy interesantes. Pero cuanto más avanzaba este proceso de adoctrinamiento, más pensaba que debía haber algo en él y he estado tratando de pensar en ello desde entonces.


Esa lucha con Marx, para mantenerlo a raya de modo de que no se apodere de nuestras mentes, tal y como era su intención, es fácil, supongo, en la era de lo que hoy se llama la “crisis del marxismo” porque ahora pueden empezar desde un nivel más bajo que el convencional. No hay necesidad de insistir de que no hay un solo y unificado marxismo; sólo tienen que asistir a cualquier encuentro público y podrán ver las cincuenta y siete variedades del mismo. No hay necesidad de insistir, tampoco, en el hecho de que el suyo no fue un trabajo teórico dogmáticamente terminado y completo: cualquiera que se atreva a terminar el volumen de su mayor trabajo con la pregunta: “¿Qué es la clase, entonces?” y muere, no está claramente en la empresa de comprender todo el asunto. De hecho, la idea de que detrás de todo hay un Libro de las Revelaciones o el Almanaque del viejo Moore - una suerte de letanía que uno revisa cuando no se siente bien, o para averiguar si se debe viajar en un viernes trece - un libro general por el que pueden guiar y modelar sus vidas - es contrario a toda línea que Marx escribió.[2] Él fue irreligioso, profundamente secular, altamente racionalista, crítico, teórico e histórico. Desde mi punto de vista, la crisis del marxismo nos libera de algún futuro tipo de trabajo marxista, aunque, al mismo tiempo, nos deshabilita también de otros tipos.


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Cuando se habla de los peligros del revisionismo marxista (me gusta particularmente esa frase), parece sugerirse que para entrar en sintonía realmente con el espíritu del viejo, la clase obrera debería haberse quedado quieta. Debería verse exactamente como en las ilustraciones de La situación de la clase obrera en Inglaterra de Engels. Tan pronto como no se ve así, las certezas de que todavía existe se esfuman. Tenemos que dar rodeos y tratar de averiguar dónde está y por qué se ha ido allí, y por qué no se ha quedado en su lugar. Y, sin embargo, si el marxismo tiene algo que decir al respecto, es la insistencia de que está lidiando con un sistema histórico y dinámico que Marx nunca había visto. Antes de odiar el capitalismo, Marx lo admiraba y lo respetaba. Este había roto y destrozado todo otro sistema de la historia humana, lo había sobrepasado en su dinámica.[3] Y fue porque quería sacar provecho de la dinámica de un gran sistema histórico productivo para alguien que lo mereciera más que la burguesía, que comenzó a observar cuál era el lado negativo de las relaciones capitalistas. Pero tuvo el más profundo respeto por su capacidad para quebrar y destrozar las relaciones arcaicas en que la gente nacía. En consecuencia, por decirlo de algún modo, hacer que la prueba de la verdad del marxismo dependiera de que el mundo se mantuviera inmutable es, por supuesto, darnos todo los tipos de garantía necesarias que pensamos que necesitamos tener, en razón de convencernos a nosotros mismos de que nos encontramos en la cima de un proceso histórico. Pero cargar con esa garantía en nuestros bolsillos traseros nos impedirá llegar a un acuerdo con el mundo real.


Veo esa etapa del marxismo con el corazón ligero. No la quiero, no la necesito, pero eso no quiere decir que uno no aprenda, que uno no necesite ni requiera la comprensión más profunda que podamos obtener de alguien que entendió profundamente los orígenes del mundo que hoy vivimos.


Pero si se trata de creer de que el mundo solo puede ser entendido recurriendo a Marx, como si sus textos fueran, en efecto, un texto sagrado o un lema en la pared y todo lo que se necesitaría hacer sería enmendarlo un poco, de modo de que este continúe haciéndose realidad, el marxismo debería estar muerto. De hecho, deseo que esté enterrado también en el Highgate Cemetery, junto al viejo.


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Por encima de todo, la fábrica del materialismo histórico. No todas las notas y pequeños comentarios que contiene, sino esa amplia comprensión del desarrollo histórico y especialmente de las limitaciones materiales de su evolución, que fundamentan esa teoría en algún nivel de las relaciones que lo determinan, que no la sacan simplemente del aire, y observar cómo se desarrolla de acuerdo a nuestras propias esperanzas, sueños y ambiciones. Esa es, creo, la esencia de lo que hace científico el trabajo de Marx. No es científico porque sus predicciones siempre se cumplen. Es científico en el sentido de que nos proporciona una entrada sistemática a la comprensión del desarrollo histórico. Ese fue su primer logro importante.


En segundo lugar, mencionaría los modos intrínsecos de las sociedades capitalistas. Esta no es una visión penetrante del capitalismo de la segunda mitad del siglo XX. Si esperan que Marx tenga una visión penetrante del capitalismo de la segunda mitad del siglo XX, lo toman por un profeta del Antiguo Testamento; creen que puede ver el futuro, cien años por delante, de hecho; pero ese no es él, y por lo tanto, no es por esa razón que deberían acudir a Marx. Sin embargo, seguimos viviendo en sociedades que a veces se llaman a sí mismas capitalistas y otras veces no, pero a mí me parecen bastante capitalistas. Puedo decir que son capitalistas con cierta confianza y convicción porque uno obtiene de Marx una idea de cómo es estar en la época y en las distintas edades de las sociedades capitalistas y por qué eso es diferente de estar en otra época histórica. Y cualesquiera que sean los cambios históricos que han tenido lugar en los últimos cien años, la gramática básica del capitalismo sigue presente en la era del capitalismo corporativo internacional como lo hizo en la era de los empresarios textiles. En la medida en que puedo entender eso, tengo una deuda con Marx. De hecho, en la medida que cualquiera sea capaz de entender realmente eso, tiene una deuda con Marx. Y disfruto la experiencia de las personas que odian a Marx, odian el marxismo y creen que todo está muerto y que ha desaparecido, pero abren la boca y dicen otra verdad marxista. Ese es el inconsciente de Marx operando a un nivel demasiado profundo para que puedan entenderlo. También es destino de los marxistas burgueses que piensan que han vencido a Marx, pero que, a través de dicho proceso, aún se encuentran en sus garras. Esto es lo que más disfruto y creo que es la ironía histórica que a Marx le hubiera gustado.


Pero no quiero seguir hablando de las cosas buenas del marxismo, porque si todo fuera bueno no estaríamos aquí juntos con el ceño ligeramente fruncido, preguntándonos si va a existir por otros cien años. Así que quiero ir al meollo del asunto ¿qué tiene de malo, entonces? ¿De qué se trata esta crisis?


Uno tiene que recordar el adagio de Brecht de que siempre se debe empezar por el lado malo, no por el bueno. Si quieres animarte, empiezas por el lado bueno, pero si quieres ser dialéctico, empiezas por el lado malo, porque otras de las cosas que Marx nos dejó, no fue una teoría con una sustancia en ella, sino un método de pensamiento, que llamó dialéctica. Es la consciencia de las continuas contradicciones del mundo, que cada vez que vean algo avanzando de una manera positiva, siempre hay algo podrido debajo de ello que va a dar la vuelta a la cuadra y patearles el trasero. Esa es la naturaleza de la historia. Avanza y se voltea contra ti.


Siempre pueden distinguir a los buenos marxistas de los buenos reformistas, porque los reformistas siempre empiezan por el lado positivo - no era tan bueno antes, es algo mejor ahora y va a ser algo mejor después de eso y así sucesivamente. Eso es exactamente lo que solía decir Baldwin en esas grabaciones en Jamaica. Una y otra vez, arriba y arriba, fue la maravillosa frase de Baldwin y yo solía creer que el reformismo nos sacaba de la esclavitud y del imperialismo en un camino de escalada constante, pero luego viene el marxismo y te dice: “Crees que acabas de ganar algo, pero solo espera a las consecuencias no deseadas de las buenas cosas del mundo” (porque) “a menos que entiendas que el avance y el retroceso están profundamente implicados el uno con el otro, y que uno tiene que tener ojos al costado de la cabeza para el golpe que no calculó, no estás, como diría Hegel, pensando dialécticamente”.


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Así que empecemos por el lado malo. ¿Qué es aquello que Marx no pudo o no estuvo en posición de entender? No estuvo en posición de entender el moderno capitalismo corporativo industrial porque no vivió en él. Vio los orígenes antes que el desarrollo completo del capitalismo moderno industrial. La idea de que las formas de organización y explotación capitalista habrían de cambiar tan profundamente a lo largo de cien años, pero sin marcar ninguna diferencia para Marx, es imposible de sostener por mucho tiempo. Por supuesto, hay mucho sobre el capitalismo corporativo moderno industrial a escala global, que tiene formas de organización y complejidades de funcionamiento, que no están escritas en la ley del valor que Marx brinda en El Capital y en otros lugares.


Y sobre el Estado, Marx es breve, incompleto y está equivocado la mayor parte del tiempo. Estuvo muy equivocado acerca de la tendencia del Estado a marchitarse. No veo un solo Estado que se acerque, en lo más remoto, a esa imagen. Los veo a todos creciendo, creciendo y creciendo: el Estado capitalista liberal, el Estado monetarista y el Estado minimalista. El Estado de orden público y el Estado socialista. Especialmente el Estado socialista. Todos siguen como locos, creciendo y creciendo. Por tanto, la noción de que existe una ley inevitable que nos permitirá apoderarnos de las relaciones que queremos transformar a través del Estado es errónea. El Estado no va a decir: “Me voy, misión cumplida, es todo tuyo. Aquí es donde comienza la historia. Pertenezco a la necesidad y me voy ahora mientras tú avanzas hacia la libertad”.


Marx empezó a ver en ciertos puntos de su vida, la venida del Estado y el modo en que la política de las sociedades modernas estaría condensada en el Estado, y el modo, también, en que el Estado dibujaría el radio de poder de las modernas sociedades en conjunto. Él vislumbró eso, pero el Estado moderno de las sociedades desarrolladas, cualquiera que sea su complexión política, era un problema que estuvo ajeno a la comprensión de Marx.



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Ahora, junten esos tres puntos y verán que la noción de que podemos ser marxistas simplemente al cargar los textos sagrados en nuestros bolsillos traseros, es otra proposición que no se sostiene por demasiado tiempo. No obstante, aún estoy lejos de terminar el listado, así que no se sientan demasiado seguros.


Marx se equivocó sobre la naturaleza, velocidad y dirección de la polarización de clase y el ritmo y las formas que adquiere la lucha de clases. Ahora, ese es un asunto, después de todo. Uno de los textos que muchos marxistas, o mucha gente que se llama a sí misma marxista, pensaría como fundador del marxismo es el Manifiesto Comunista. Ese es el libro de la polarización de clase y del ritmo creciente de la lucha de clases abierta y lo amo, como ustedes, pero es básica y fundamentalmente incorrecto. La lucha de clases no ha seguido esa creciente profundización del ritmo y la simple polarización que es aquella visión maravillosa ofrecida en el Manifiesto Comunista. Eso no significa que no haya otras cosas en el Manifiesto Comunista que sean correctas, pero su impulso nos inhabilita en muchos sentidos para comprender las múltiples formas en que la lucha social y de clases se manifiesta en la sociedad moderna. Y nos da una garantía equivocada de la rapidez creciente de nuestro movimiento hacia la insurrección revolucionaria, que especialmente la historia del mundo desarrollo y moderno del capitalismo industrial no han logrado satisfacer. Así que, les sugiero que si quieren inspiración, tomen el Manifiesto Comunista, que por los cien años ha sido reproducido en una edición muy bella, y lo lean. Pero aconsejo no tomar de este lo que llamo la “visión de Sinaí” del socialismo, donde las aguas se abren y tú pasas, o la “visión de Jericó”, donde marchas alrededor del muro siete veces, tocas la puerta y traes abajo las paredes y el asiento del poder se revela.


Les doy el consejo de esta manera porque no sabemos dónde está el sitio del poder en la sociedad moderna ¿En qué se sostienen? ¿Se sostienen en una radio, en una estación de radio, en la televisión, en el parlamento? ¿Descubrieron las direcciones de todos los ministros? Ya no sabemos dónde reside realmente el poder del Estado moderno. La idea de que esta cosa compleja, que Gramsci dice que tiene fortificaciones y trincheras profundas en lo más profundo de la sociedad civil y de la vida cotidiana, va a aparecer y nos va a golpear en la cabeza y eso es todo, es un profundo malentendido. Y no es solo un malentendido, nos hace retroceder en la tarea de prepararnos para el carácter, para el real carácter de la lucha que tenemos que conducir.[4]


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Hay también de manera inevitable en Marx, aunque no especialmente en Marx, sino en el marxismo, cierta noción de la carácter inevitable de la crisis y de la caída del capitalismo mismo. Permítanme decir sobre esto, que los marxistas deberían apoyarse sobre sus manos y rodillas y caminar de esa forma como acto de contrición por lo menos una vez al mes. Desde el primer análisis de Marx a la coyuntura de 1848 en adelante, todos hemos pensado que sería más rápido de lo que realmente ha sido.[5] Hay algún punto en el que Marx y Engels dijeron: “Bueno, lo sentimos, no es la agonía del capitalismo, son los dolores de parto”. Pero entre la agonía del capitalismo y sus dolores de parto, hay toda una historia, mucho más larga que mi vida y la de ustedes. Difícilmente podemos decir de esto “Lo siento, me equivoqué, pensé que iba a pasar pero sólo era el comienzo”. Esto es algo por lo que necesitamos una pequeña nota al pie para decir: “Lo siento, le confieso al proletariado mundial que no tenía razón”. No es un asunto de risa, por supuesto. Después de todo, en el período de 1917 a 1921, el movimiento marxista también pensó que estaba presenciando la última etapa del capitalismo, no sólo la más alta, sino la última y subestimó la capacidad de dicho sistema para reconstituirse y reconfigurarse sobre una base profundamente nueva y en expansión.[6] Sobre esa base nos equivocamos en la capacidad de construir el socialismo en un país que ha probado ser una de las barreras más serias dentro de nuestro movimiento para construir el socialismo en nuestra época.


Entonces, nuestra historia no sólo está marcada por las deducciones incorrectas que a veces se extraen de ella, sino que también está marcada y ensombrecida por las prácticas erróneas que hemos realizado como resultado de malinterpretar todo el asunto.


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He tratado de hablar de algunas de las cosas que nos interpelan en la segunda mitad del siglo XX acerca de las cosas que dijo Marx sobre las cuales el marxismo ha argumentado y debatido, y que son críticas para nuestra comprensión de cómo funciona el mundo moderno. La idea de que se pueden lanzar a la actividad política en el mundo moderno sin entender cómo esas cosas son en verdad, es inconcebible. Pero quiero decir una palabra acerca de algo que es más bien distinto de las áreas sustantivas en las que no podemos esperar encontrar las llaves en el trabajo de Marx. Y algo acerca de toda la aproximación marxista o del método marxista, la forma marxista de trabajo. Aunque estos problemas, agujeros, y debilidades no ocurren en todas partes en Marx, están ahí lo suficiente como para que tengamos que tenerlos en consideración cuando tratamos de utilizar a Marx como un instrumento para comprender y analizar el mundo.


Existe esa tendencia a encontrar, en lo que los marxistas llaman de manera reveladora “lo económico”, la garantía del fin de las luchas políticas y sociales, el modo de pensar que ve en lo económico a su majestad (Lo siento, me acostumbre a decir siempre “de él” o “de ella”. Lo económico siempre es “de él”). Su majestad lo económico, de acuerdo con esta tendencia, en alguna parte importante de la historia se desprendería del complicado tegumento histórico, político e ideológico en el que funciona, y se nos adelantaría y nos presentaría el producto final de las diferentes luchas en las que estamos metidos. No podemos ver hasta el final, pero su majestad, la economía, que escribió el guion, incluyendo nuestras confusiones, nuestras cegueras y errores, ha tenido todo en cuenta y ahora es capaz de decir: “Sigan adelante, porque, al final, el socialismo es inevitable”.


Pero vivimos en un mundo en que el socialismo no es inevitable. Vivimos en un mundo en que hay socialismos que son caricaturas del socialismo y, lo más inevitable en nuestro mundo, en un sentido lógico, es su terminación.[7] La barbarie, que es la otra alternativa que nos ofrece Marx, está mucho más cerca en la era de las armas nucleares, de la guerra termonuclear y de los bloques congelados del comunismo soviético y el capitalismo occidental, que en el socialismo. Así que la idea de que hay una lógica inscrita exclusivamente en la lógica del capital y que formas de lucha que son el producto final, o la idea de que toda otra contradicción en la sociedad realmente comienza con la contradicción entre capital y trabajo, no son ciertas.


Todos sabemos, en lo más profundo de nuestros corazones, que las contradicciones de las relaciones patriarcales sobrevivieron el “comunismo primitivo”, y sobrevivieron el feudalismo y sobrevivieron el capitalismo temprano y parece que también sobrevivirán al capitalismo moderno. Son más antiguas en relación al conflicto entre capital y trabajo. Si quieren argumentar que las diversas contradicciones sociales, que con frecuencia conducen a movimientos sociales vigorosos y populares en el mundo, no existen en la sociedad de manera independiente a las articulaciones estructurantes del modo en que la sociedad moderna reproduce sus condiciones materiales, es decir, que no puede existir fuera de la articulación de clase y de la lucha de clases y su principal contradicción genera todas las demás, de modo que no sólo sabemos el final de la historia sino también poseemos la clave, no lo sé.


La idea de que hay una llave que al colocarse y ser girada en la cerradura de encendido, hará que todos caigamos: los hombres amarán a las mujeres, los negros amarán a los blancos, los desempleados amarán a los empleados y viceversa, es incorrecta. Todas estas y otras cosas que han dividido y marcado y cruzado la aparente unidad de la clase obrera dada por su posición económica, no van a ser resueltas al final de un proceso único, homogéneo y predecible. La ley de la inevitabilidad le ha hecho mucho daño al marxismo. Le ha hecho un daño muy grave al movimiento marxista, porque ha creado una política de la inevitabilidad. Y ha creado instituciones que dependen de la política de la inevitabilidad. Nos ha desarmado en relación a las complejas nuevas formas y arenas en que las formas modernas de lucha social, incluida la lucha de clases, tienen que ser o deben ser preservadas.


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Así que tal vez quieran preguntar ¿qué es lo que estamos celebrando? Parece que estoy más convencido de los agujeros en la teoría. Parece que estoy hablando de una gran lata que está chorreando agua por todos lados, como un bote que hace agua y, sin embargo, vengo a decirles que todavía vale la pena pensar y hablar sobre estas ideas. Sí, pero quiero decir en qué términos hago esta afirmación. Lo hago porque no conozco otras categorías que nos permitan comprender algunas de las áreas y relaciones más importantes de la sociedad moderna. Si quiero comprender su dinámica económica, si quiero comprender la naturaleza de algunos de sus antagonismos y contradicciones más profundas, las categorías de Marx me parecen ser superiores a cualquier otra.


En segundo lugar, Marx tiene una historia y una lección histórica dura y difícil que enseñarnos, que evocamos con la misma frecuencia que la olvidamos. Esta es la naturaleza de la determinación histórica de las cosas, el hecho de que no hay desarrollo, ni lucha social, ni contradicciones sociales que procedan exclusivamente de la voluntad de hombres y mujeres. Entramos en luchas, en formas de vida que operan en un terreno dado. Lo que hacemos y lo que podemos lograr están inscritos, en parte, en las limitaciones históricas del terreno dado en el que actuamos. Es poco probable que seamos capaces de encontrar soluciones del siglo XXII a los problemas del siglo XX. Existimos en la determinación de las cosas. La historia establece el terreno, establece los parámetros dentro de los cuales tiene lugar la lucha y la supervivencia. Nos da las determinaciones objetivas de las formas de lucha social, y constriñe amargamente, a veces profundamente, a veces hirientemente, las posibilidades de construir nuevas formas de vida. Cuando miras a las sociedades socialistas en el Tercer Mundo surgiendo de las profundidades de la pobreza e intentando construir el socialismo, sabes que la historia es una dura maestra, que ha establecido el límite y las restricciones en las que esas personas comiencen, incluso, a oler la prosperidad material, el éxito y la apertura de oportunidades en nuestra vida y la de ellos. Es en la medida que le prestamos atención a la dura maestra que es la historia que Marx nos brinda el sentido de los límites dentro de los cuales luchamos.


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Por otro lado, lo que más odian los críticos burgueses de Marx, es decir, que se afirmó a sí mismo como un científico y que estaba involucrado en la lucha, es exactamente aquello que nos permite desbloquear esa comprensión de Marx que estoy tratando de mostrarles. Este es el Marx que nos hace prestar atención a la determinación de las cosas, pero no pretende saber cuál es el resultado final de ellas, es decir, el Marx que establece las preguntas que debemos hacernos sobre el mundo moderno, pero no pretende tener todas las respuestas. Es el Marx que marca la agenda y quien nos da las categorías, las herramientas de pensamiento con las que empezar a comprenderlos, pero no es el Marx que nos exime del trabajo duro. No es el Marx que sólo hace preguntas cuando se conocen las respuestas.


Con frecuencia, lo que es tan incapacitante en el trabajo de algunos escritores marxistas es que sabemos lo que van a decir al final antes que la investigación empiece, que las preguntas son falsas, que ellos funcionan en un terreno cerrado. Todos conocemos el tipo de investigación que no entra en un espacio abierto como el que caracterizó a Marx. Marx viajó en un territorio desconocido. Tuvo la osadía de escribir: “Estoy empezando a comprender este nuevo sistema que empezó ayer, de un modo histórico, y creo que entiendo algunas cosas al respecto”. No dijo que lo sabía todo. Si hubiera sabido todas las respuestas, seguramente habría dicho qué era la clase, en cambio se tomó un tiempo y la naturaleza lo golpeó. Esa no es una excusa para decir que realmente lo sabía, pero sencillamente no lo entendió. Sólo hay que mirar sus cuadernos que están completamente llenos de páginas copiadas del trabajo de otras personas. Es sorprendente que algunos académicos marxistas hayan leído estos cuadernos y hayan pensado que Marx escribió esto o aquello cuando, de hecho, esas notas, son solo otra parte de Adam Smith que le pareció bastante bueno a Marx.


La idea de que Marx es una especie de super cerebro que descendió del Trier en Alemania en un momento determinado, que lo sabía todo, que escribió todo lo que pudo ver hasta el final de la historia y que, desafortunadamente, murió en 1883, es realmente volver a una concepción de Marx que lo equipara con el viejo Moore, un escritor del antiguo almanaque, un profeta del Antiguo Testamento, y simplemente lo malinterpretamos. Tal vez Marx debió haberse levantado del cementerio en Highgate, debió haber resucitado al menos el segundo día. Debería estar paseando entre nosotros porque lo necesitamos. Pero si no nos sentimos bien con ese marxismo religioso, debemos optar por otro, una historia sin final, una narración que no tiene conclusión.


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Esto significa que debemos hacer algo por nosotros mismos, debemos descubrir en qué consiste la lucha de clases en los 1980s y los 1990s, tenemos que descubrir qué tipo de relación hay entre el movimiento por la paz y la clase trabajadora, y tenemos que aceptar que no existe realmente una secreta página perdida que nos digan qué hacer a continuación.[8] No hay ninguna, realmente. El único Marx que debemos celebrar, entonces, es el Marx que está interesado en pensar y en luchar en un terreno abierto, el Marx que ofrece un marxismo sin garantías, un marxismo sin respuestas.


Santo cielo, si alguien te muestra por dónde comenzar ¿no es eso suficiente?




 

[1] Stanley Baldwin fue un político conservador británico que se desempeñó como Primer Ministro del Reino Unido durante tres ocasiones en el período de entreguerras. Una antología de sus discursos, reunida por el parlamento británico, puede consultarse libremente en este enlace: https://api.parliament.uk/historic-hansard/people/mr-stanley-baldwin/1925


[2] Francis Moore fue un físico y astrólogo británico conocido por haber iniciado, en 1697, la publicación del Old Moore’s Almanack que contenía varias observaciones astrológicas. Se volvió conocido por su alto valor predictivo, convirtiéndose en un best-seller instantáneo desde el siglo XVIII en adelante.


[3] Ver, por ejemplo, el Manifiesto del Partido Comunista. Allí Marx se desgaja en elogios a la capacidad del capitalismo para transformar las fuerzas productivas de la sociedad dejando atrás, así, las estructuras del viejo orden.


[4] Un análisis del autor sobre el carácter multisituado del poder social en las sociedades modernas se encuentra en la introducción de su libro The Hard Road to Renewall. Thatcherism and the Crisis of the Left (1988).


[5] De manera relativamente reciente, Martín Cortés ha realizado una crítica muy bien fundamentada a la “teoría del derrumbe” presente en el primer Marx a partir de la obra de José Aricó. Ver: Un nuevo marxismo para América Latina (2015).


[6] Podemos inferir que se refiere al estallido de la Revolución Rusa.


[7] Hall fue muy crítico de la deriva autoritaria de los “socialismos realmente existentes” y apostó por construir un socialismo democrático. Su lectura de la obra de Nicos Poulantzas es elocuente en ese sentido.


[8] Los años 80 vieron nacer en Europa un vasto movimiento por la paz contra los planes de los Estados Unidos por instalar misiles nucleares en dicho continente como medida contra la Unión Soviética en el marco de la Guerra Fría.


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